Thursday, April 30, 2020

Mientras clases

La peor música de ambiente es el zumbido del abogado prepotente con pretensión de docente, hablándole al vacío adormilado y desconcentrado, esta vez virtual y no enjaulado en la amplia sala con puestos vacíos de almas que prefirieron no dejarse morir.

Cada clase de cierto ramo imprescindible, mientras que la pantalla recita sobre de prendas, promesas, compraventas e hipotecas (¡esto es derecho civil de infantes!) te acuestas en tu cama a leer poemas. Qué falta hace un cigarro mientras se leen poemas, pero afuera de la pieza rondan los gatos de nariz aguda. Cada vez que Bertoni dice pico, ríes, Miguel Hernández dice muerte, lloras, y suena de fondo la antimúsica del profesor de derecho civil.

Derecho de aguas es a las 8:30. El despertador está puesto a las 8:00, pero te levantas a las 8:25. Escuchas al profesor hablar de cuencas, cauces, afluentes y corrientes con la boca llena de pan, mantequilla y café con leche. El resto de tu familia da giros alrededor tuyo; "no me hablen, estoy en clases." Aguas para navegar por las corrientes de la madrugada.

Profesión Jurídica. Algo que tal vez no suena a música, pero sí a un podcast de relajación en Calm. Paso la escoba, hago un par de sentadillas, ordeno mi pieza. El profesor tiene una voz grave, relajante, cada vez que dice "abro la palabra", las 80 siluetas anónimas que lo observan desde los recónditos espacios de internet se miran telepáticamente, desconcertadas, qué diremos ahora. Un podcast interactivo, o la versión adulta de Dora la Exploradora. Llevamos cuatro semanas hablando del Colegio de Abogados mientras afuera fallece gente de hambre, virus, falta de empatía; se cierran las palabras.

Esas cosas llamadas días, esas cosas llamadas clases, son los nombres que le damos a la ficción de divisibilidad a esta amalgama de vida que transcurre frente a las pantallas.


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