Friday, February 28, 2020

Los rockstars en el Sur

Anoche las redes sociales estallaban en memes sobre la desconcertante falta de esfuerzo de Adam Levine en la Quinta Vergara. Hoy es el tema de conversación, se escucha en la micro y en el metro, estamos en sintonía este día al borde de marzo: ¿Hemos visto a nuestros exponentes nacionales darlo todo sobre ese escenario, para que venga un gringo latero a esforzarse lo mínimo?

Yo pienso: 


Este año será mi sexto en la universidad. Estudié un año psicología, voy por el quinto de derecho. Al comienzo ninguna de las dos me entusiasmó mucho, así que no fui particularmente ñoña ni matea. Pero como alguna ley de Newton que dice algo sobre la aceleración, fui contagiándome más y más del fervor vergonzoso por lo que estudio y me convertí en una matea gustosa. Eso incluía algo impensado en mis primeros años de carrera: Ir a foros, charlas y congresos.

Como en toda mi primera mitad de carrera, las primeras veces no entendía nada. Pero en algún minuto, maravillada, me di cuenta de que ya no me costaba seguir el hilo y no tenía que tomar apuntes para reconstruir lo que intentaban decir. Y así como una ya entiende, también es capaz de diferenciar: Esto estuvo bueno, esto no tanto. Hay de todo.



No he tenido suficiente vida para ir a muchas charlas de profes extranjeros. Esos rockstar, aquellos cuyo pasaje, estadía y viáticos son financiados con la plata de todos los $hilenos, con los recursos de mi Universidad estatal, Fondecyt o Conicyt. Iba con la esperanza de ver la luz, algo que valga la plata que en ellos se invirtió, pero salía desconcertada: Estos gringos no dicen nada que no me digan mis profes.



En todo caso, soy una privilegiada. Estudio en una universidad que se perfuma con esa palabra ostentosa, excelencia, mis profes suelen ser entendidos en lo que hablan, aunque lo comuniquen con diverso grado de éxito y cariño. Pero no deja de ser; y una vez lo conversé con alguno de ellos, que los extranjeros cargados de títulos honoríficos que vienen a Chile nos dan aires de iluminismo más que conocimiento. ¡Nunca dicen nada nuevo!



¿Cuánto prepararán sus charlas? Me imagino que mis profes cuando presentan en el extranjero se desviven por comunicar algo novedoso, probablemente cargados con todo el peso del síndrome del impostor del latino intentando convencer al gringo, al franchute, al español. ¿Y ellos? Nos entregan un refrito de sus teorías clásicas, esas que se leen en cursos introductorios, se esfuerzan solo lo necesario al contestar preguntas, y se van. Nos hicieron el gran honor de darse la lata de venir a este país pasado a lacrimógena, al fin y al cabo. Qué más queremos.


Adam Levine, los eruditos de mi carrera pretenciosa; suma y sigue.

En enero vino Chimamanda Ngozi Adichie al Congreso Futuro. Una feminista negra, migrante, negriana, que alega por la representación del sur, el mundo no hegemónico en la cultura y la literatura. Contemos todas las historias, es necesario conocerlas, dice Chimamanda en una famosa charla Ted. Fui a verla con una amiga, ferviente feminista y fan. Parecíamos dos adolescentes de los ‘90 esperando a los Backstreet Boys, aunque sin las poleras estampadas y levemente menos chillonas. Pero las dos cargando sus libros bajo el brazo, ilusionadas con la posibilidad de que los firmaría. 

“Hay que llegar muy puntuales” me advirtió mi amiga, conociendo mis defectos. Así que ahí estábamos, a las 10.20, con antelación decente, sentadas en el Teatro Oriente. Hablamos de lo mucho que nos gustaba, de las luces lindas y música relajante en el teatro, de la microfarándula espolvoreada por los asientos. A las 10.45 nos habíamos quedado sin tema. A las 10.55: “¿Por qué estará tan tarde?”

A las 11.05 se nos acercó una conocida diciendo que se tenía que ir, que tenía una reunión y qué pena, qué lata lo tarde que estaba todo.

A las 11.10 nos sometieron a un tortuoso relleno con la subsecretaria del Ministerio de Ciencias hablando de no sé qué wevada y con mi amiga comentamos que extrañábamos las luces y música relajante. Que no estábamos acá para escuchar a una facha con voz grave y tonos presumidos.

A las 11.30, con una hora de atraso, salió Chimamanda. Cuando yo era chica en Nigeria solo tenía acceso a libros ingleses, por lo que escribía historias que no se parecían a mi realidad... Hay que contar todas las historias, es necesario conocerlas. ¡Era su charla TED! La con millones de visitas. Le agregó un par de anécdotas distantísimas a la realidad chilena, recuerdo una del libro de Michelle Obama. Y remató con una cita de Pablo Neruda, el funado, el violador, en una charla atestada de feministas. Así terminó su discurso de quince, tal vez veinte, minutos y las mujeres del público aplaudieron con un tono que sonaba a confusión. 

¿Qué tan poco te puedes asesorar para citar a Pablo Neruda así? ¿Qué tan poco esfuerzo le puedes poner a una charla que te invitan a dar a la cresta del mundo? ¿Qué tan poco te importa si llegas una hora tarde?

Y esta es una mujer con un supuesto enfoque disidente, de país del sur. Será que ya se le subieron los años de vida gringa a la cabeza, será que olvidó de dónde viene, que no se da cuenta de que este también es un rincón del mundo cuya historia merece ser contada.

Que caigan los ídolos, que caigan los rockstar, en las ideas y en la cultura. Latinoamérica y Chile nos merecemos hacernos respetar; su mera presencia no nos dignifica. Soy una amante del internacionalismo, pero no a costas de que nos falten el respeto. No somos tontos, no estamos atrasados. 

Es hora de agarrar el micrófono, pero no para preguntarles obviedades a los extranjeros en foros y charlas. De abuchear al rockstar. De decirles, insolentes, a su cara, como latinos en resistencia que somos: ¿Para qué te invitamos si no tenías nada nuevo que decir?

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